¿Un poco de color?

Hace poco tuve una conversación muy curiosa con mi hija de seis años.

Hacía unos meses, había pedido un par de retratos (uno de ella, y otro de su hermano pequeño) impresos en lienzo, para decorar su habitación. Dos retratos en primer plano, los dos mirando a la cámara sin forzar el gesto.

Todo el mundo que ha visto esas fotos colgadas coincide en que son «bonitas», y reflejan el carácter de los dos (al menos, de cuando hice las fotos). Ella, sonriendo, y él (todavía un bebé) mirando a la cámara con curiosidad. Pues bien, todo lo que mi hija acertó a preguntar es ¿Por qué hiciste las fotos grises?

Por supuesto, son dos retratos en blanco y negro, y ni siquiera les apliqué ningún efecto de virado o coloreado tradicional. Efectivamente, son grises. Y blancas, y negras.

Entonces comencé a darle vueltas. Quizá pertenezco a la última generación que trabajó con productos químicos en un laboratorio (aunque me consta que esto está volviendo a ponerse de moda en países como Francia), y entonces el blanco y negro era más sencillo, sin problemas de dominantes de color y con una flexibilidad a la hora de trabajar con las temperaturas que no conseguía el revelado en color.

Además, mi interés por la fotografía me ha hecho leer (¡y aprender!) mucho, y estoy convencido de que todo eso del blanco y negro permite centrarse en las formas y las texturas, en la luz y sus sombras… Vaya, puedes echarle un ojo a mis fotos por aquí.

¿Grises?

Así que me he propuesto intentar eso de la fotografía en color. Y (quizá) dejar de un lado los libros, hacer más fotos. Ya veremos si lo consigo…

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